
Es un momento de máxima concentración. Antes de comenzar a narrar, hay que sentir el cuento. Pero, ¿cómo?, se preguntarán ustedes.
Para mí es como viajar con la mente.Trasladarnos hasta el lugar donde se desarrolla la acción, ver las montañas o los edificios que se describen en él. Es un instante, apenas unos segundos, en los que nos vemos rodeados por ese bosque oscuro del que pensamos hablar o subidos en un barco dispuestos a atravesar el océano al lado de nuestros protagonistas.
Poco a poco, a través de nuestra voz, de los gestos de nuestra cara y manos, conseguiremos que la sala entera vuele con nosotros hasta lugares imaginarios y únicos.
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