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En honor del gran Marcel Marceau.
Corrían los años 80 y yo todavía no sabía que finalmente acabaría siendo titiritera. Como no había escuela de actores por aquel entonces en Las Palmas, (ni en ninguna otra ciudad del archipiélago) los que queríamos ser actores o al menos estábamos interesados en las artes escénicas, estudiábamos como podíamos. Primero hice un cursillo sobre comedia del arte, basado en el mimo contemporáneo, acrobacia, clow y bufón, con algunos profesores que habían estudiado en la escuela oficial de mimo en París.
Un buen día, uno de ellos nos comentó que Marcel Marceau actuaba en la ciudad, le habían encargado hacer de traductor y nos invitó a la función. Cuando terminó nos acercamos a los camerinos y una vez allí, mi amigo me presentó como una estudiante que quería ser actriz. Me dio su mano cálida, acogedora y casi como en un susurro, me deseó buena suerte.
Ahora yo le mando un beso muy fuerte, seguro está subido en una nube haciendo un pase para los ángeles, diciendo tanto sin decir una palabra.
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