Otro de los instrumentos importantes para el desarrollo de un espectáculo de títeres es la voz. Exceptuando ¡claro está! en los que no se utiliza, espectáculos sin texto basados en el movimiento y la expresividad del muñeco.
La voz tiene matices, no hablo solo de las escalas de agudo a grave, sino también de la entonación, el ritmo y el volumen.
Con la entonación podemos descubrir múltiples posibilidades expresivas gracias a los cambios y las inflexiones. Una voz monótona provoca aburrimiento y falta de atención en el público, sobre todo en el infantil. Sin embargo, si la voz cambia de línea mantiene viva la atención y apoya la expresión del texto.
El ritmo es velocidad, lentitud y pausa. Si hablamos rápido podemos dar la sensación de alegría y entusiasmo, lo contrario mostrará cansancio o tristeza.
Con el volumen, podemos pegar un grito ensordecedor (provocado por el miedo) o bien hablar con un hilito apenas audible y mostrar que nuestro personaje (de puro pánico) se ha quedado sin habla.
Y ya para terminar, el timbre nos dará el tipo de personaje: desde un niño, un hombre, un malvado ogro o una dulce princesita.
Parece complicado, y yo no les voy a engañar, lo es. Pero como todo, el truco está en intentarlo, probar a hacer variaciones, un poco de entusiasmo y ganas de aprender.